Pasos para organizar una Asamblea Popular
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Carta a una joven que se dice revolucionaria:

Vea niña (ojo al estilo adultocentrista), ¿para qué discursos encendidos contra un sistema que nos asquea, si ese asco no va más allá de el intelecto?  Para ser real, ese asco debe llegar hasta nuestras entrañas, hasta provocarnos vómito.  ¡Por Dios! (ojo al estilo teológico), no seamos “revolucionarios” de temporada, de juventud, e ida aquella nos dediquemos a reproducir esta mierda de sistema.  ¿Cuándo sentí yo que esta sociedad era algo intolerable?  Cuando le llevé comida (que mi madre preparó) a unos seres humanos que vivían bajo unas latas, piso de tierra, en un predio enmontañado.  Lo sentí en mis entrañas, no solo en mi intelecto.  Echar discursos contra este sistema es muy fácil, porque el mismo es una verdadera vergüenza para la dignidad del ser humano.  En cambio, sostener permanentemente, una posición anti-social es prácticamente suicida, todos te van a rechazar, nadie te va a alabar, lo contrario te tratarán de imbécil.  La honestidad, la entrega a una causa, a la causa de echar abajo esta barbarie, es un asunto de entrañas, no solo de palabras encendidas.  El intelecto sirve para interpretar los sucesos, pero solo con él no llegamos a la necesidad de la transformación social.  Yo no soy perfecto, ni lo pretendo, pero, mi ser entero rechaza las poses, los discursos, las habladas de paja de quienes se dicen revolucionarios y que a lo único que aspiran es a llamar la atención de sus familiares y de la gente que los rodea.  Demuestre que Usted quiere ir más allá, convertirse no en una simple “revolucionaria” por su discurso marxista, leninista, chavista, anarquista, valeverguista, sino en una rebelde, un ser humano que con su intelecto y con sus entrañas rechaza este prodrido sistema y todas sus prebendas.  Y para esto solo se necesita una cualidad:  humildad.  Rechazo permanente y sostenido a todas las “delicias” del liderazgo y del “engrandecimiento” individual.  Somos grandes individuos cuando nos negamos a considerarnos importantes e imprescindibles.  ¿De qué sirve tanto discurso encendido contra esta sociedad, si en nuestra vida cotidiana seguimos adorando a los mismos becerros de oro, sin nos dejamos vencer fácilmente por el oropel que nos venden en el día a día?  ¿Cuándo se ha visto un verdadero rebelde pendiente constantemente de su aparato celular o del partido de fútbol venidero?  Por otra parte, como individuos integrales no podemos seguir aceptando las palabras de los “mensajeros de los dioses”, dizque intelectuales de izquierda, como palabras divinas.  Un rebelde lo es a tiempo completo, un “revolucionario” lo es en tiempo de universidad.  Uno debe tomar una decisión honesta:  si el impulso que me lleva a cuestionar este maldito sistema es porque no me ha dado satisfacciones a mi egoísmo, estoy listo, acabado, mejor de hacer el payaso:  me dedico a estudiar y a entrar rápido al mercado laboral y punto.  Olvidate de las habladas de adultocentrismo, de purismo revolucionario, aquí lo único que hay son seres humanos de carne y hueso, por tanto, falibles, mortales, variables, mutables.  El verdadero revolucionario, el rebelde, solo  lo es dentro de su propio corazón, sin esperar ningún reconocimiento de ningún tipo.  Humildad simplemente.  Dejar que las circunstancias se presenten y actuar en consecuencia.  Mandando a la mierda el ego y toda su parafernalia capitalista.  Debés preguntarte si sós capaz de mandar al carajo todo el decorado donde te instalaron desde tu niñez.  Si no para qué carajos te decís “revolucionaria”.  Esto no es un asunto de “decorado”, es de entrañas.  No puedo decirme enemigo de esta sociedad y seguir participando de ella en mi vida cotidiana, halagando mi ego cada vez que puedo.  Ahora, en la lucha contra esta barbarie nos encontraremos con un montón de payasos que asumen, teatralmente, grandilocuentes discursos anti-imperialistas, anti-capitalistas, pero que en su vida privada rechazan la miseria y se ríen de los pobres y de la pobreza.  Ya no hay revolucionarios por decreto, ni por historial, ese calificativo – lamentablemente – solo lo entrega la muerte, solo cuando terminamos nuestro deambular por la tierra se puede otorgar o no ese título.  En vida es pura paja.  Todos somos seres imperfectos, simples seres de carne y hueso, repito.  La única pretensión sana es dirigir nuestros esfuerzos en convertirnos en rebeldes de tiempo completo y no solo en los ratos que le dediquemos a la lucha.  Y todo este discurso no es más que una reflexión general.  La humildad nos permite reconocer nuestros errores y hacer un esfuerzo por transformarnos en verdaderos revolucionarios, no en simples echa-arengas seudorrevolucionarias.

Julián Arenales

Heredia, 2005.

 

 

 

 

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